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lunes, 16 de julio de 2007

Apología del discernimiento






I.


Claridad de pensamiento tendrás, cuando te des cuenta que no se necesita ser héroe, mártir o genio para honrar la vida.

Honrarás a la vida cuando rompas con el dogma que gobierna a la razón; cuando abandones los valores que tienen que ver con la muerte por la muerte misma; rencor, ambición, corrupción... bagaje de siglos sobre las espaldas. No sólo cargas con el propio dogma desde tiempos inmemoriales, sino que llevas a cuestas el de las generaciones ascendientes. Uno de los últimos eslabones de la cadena eres, y tal vez, un posible redentor.


Santificarás la vida, tu vida, cuando no busques imponer a nadie tu verdad y voluntad; cuando aprendas a aceptar tu mismidad y respetar a la diferencia, sea de distinto género o de igual especie.

Dignificarás la vida cuando des limosna al mendigo y pan al hambriento, pero también le alumbres el camino enseñándole a pensar, a concebir un sentido y una esperanza.

Valorarás la vida cuando entiendas que la felicidad no es una realidad construída para unos pocos. La felicidad es una responsabilidad, un deber ser.


Agradecerás a la vida cuando comprendas que para aprender no es necesario
que el dolor sea maestro y la frustración compañera; cuando te desprendas de la descolorida e inútil culpa y te dirijas -aún a tientas- hacia la emancipación que sólo da el perdón. Así, verás que sentirse culpable es seguir encarcelado en el pasado y el rencor. Perdonar no justifica la crueldad: es aprender a comprender y dejar de ser un pobre títere del propio victimísmo.
Absuélvete a ti mismo y liberarás al mundo.


II.



El camino del cambio es tortuoso, pero lamentable es no
tener el valor de intentar transitarlo; y más triste aún,
ignorar que el motor de la vida es la transformación;
No es ninguna novedad que todo cambio represente una ruptura, una resistencia, un duelo.
Entierra los muertos de tu consciencia, no sin antes darles el último adiós; llora todo lo que tengas que llorar, las lagrimas los redimiran. Sé indulgente y deja partir.
Una vez que ya estés listo, aunque extrañes los viejos grilletes, aunque te atenazen las pretéritas sombras, ya no vuelvas hacia atrás.
Si sientes que una y otra vez vas callendo por la abismal herida del alma, y piensas regresar a la antigua esclavitud, al ser insoportable el dolor del desarraigo y el acicate de la soledad: aférrate a la flecha plateada de la voluntad para lanzarte a la inventiva de la propia historia y engendrar fuerzas en el costado lascerado...
No permitas que te influencien las voces de aquellos que, por cobardía o por ceguera, se sienten gustosos en el resentimiento y en la crítica constante hacia los demás o, permanecen atados al yugo de la obsesión y a un "trágico sino ", prefiriendo maldecir a las estrellas antes que dar el salto triunfal hacia la construcción del propio camino.
Que no te engañe el manipulador, el emulador de formas; piensa que es astuto por sus artilugios, pero en realidad nada puede aprender. Su discurso es vacío, sus opiniones desabridas; prefirió la hiel a la miel de la vida y procura que sigas dormido todavía.
Cuando despiertes, entederás que nada de esto tiene que ver con lo que es ser; lo muerto pertenece al crepúsculo del ayer.


La puerta de la jaula está abierta, y que éste desafío se convierta en esperanza.





















































































































































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